viernes, 20 de enero de 2023

Sobre los esquemas cognitivos

Sobre los  esquemas cognitivos

El concepto de esquema cognitivo es uno de los más importantes de los que son utilizados en la psicología actual, independientemente de si es en intervención y terapia o en investigación. Gracias a él, es posible crear teorías sobre diferentes patrones de comportamiento, sesgos y prejuicios, y tipos de creencias que definen a cada persona.

En cierto modo, cada uno de nosotros tenemos nuestro sistema de esquemas cognitivos, y estos quedan expresados a partir de lo que decimos y hacemos. Forman parte de nuestra identidad y del modo en el que nos hemos acostumbrado a "leer" la realidad.

¿Cómo se cambian los esquemas cognitivos? En psicoterapia, se dice mucho que para superar de verdad un problema de tipo psicológico no es suficiente con mitigar o anular el malestar por el que la persona ha decidido acudir a terapia; si además de ello no se interviene en la manera de pensar y de interpretar la realidad que tiene la persona, lo más probable es que la problemática vuelva a surgir tarde o temprano.

Es por eso que el objetivo de la terapia psicológica no es en sí suprimir el síntoma, sino modificar todos aquellos procesos psicológicos que lo mantienen a flote y le permiten interferir constantemente en la calidad de vida de la persona. Y para lograrlo, es necesario adoptar medidas para modificar los esquemas cognitivos de la persona. Veamos en qué consiste este proceso.

 

¿Qué son los esquemas cognitivos?

Empezamos definiendo el concepto de esquema cognitivo, el cual es muy importante en toda la ciencia de la Psicología en general y en las terapias cognitivas y cognitivo-conductuales en particular.

Se trata de conjuntos de conceptos interconectados entre sí y consolidados en el modo de funcionamiento del cerebro de una persona, y que dan forma a una manera de pensar y de interpretar la realidad.

El esquema cognitivo es una estructura de procesamiento de información que organiza los estímulos y percepciones de un individuo acerca de una determinada situación, teniendo como base sus experiencias y aprendizajes anteriores.

Dicho de otro modo, es la red de ideas y creencias desde las que la persona extrae conclusiones acerca de lo que ocurre en sí misma y a su alrededor.

Actúa como las “gafas” que crea un marco para interpretar y organizar la información a la que nos exponemos. Y esta información puede ser muy variada, tanto referente a la naturaleza como aplicada a la sociedad o incluso a uno mismo. Dependiendo de cuáles sean los esquemas cognitivos que tengamos, generaremos un autoconcepto u otro, pero también una ideología política u otra, una filosofía de vida u otra, etc.

En este sentido, el esquema cognitivo asume relevancia en Psicología Clínica, siendo fundamental la aprehensión de su funcionamiento y significados, teniendo en cuenta la posibilidad de cambio de las creencias que lo constituyen. Este concepto es originario de las Terapias Cognitivas, siendo originalmente descrito por Jeffrey Young (esquemas mal-adaptativos o no adaptativos).

Como seres cognitivos, el esquema se hace crucial en la interpretación y gestión de la información que el individuo recoge sobre los otros y el mundo, así como sobre la percepción que presenta sobre sí mismo. Son estos esquemas, construidos desde momentos precoces del desarrollo, que dan sentido y significado a las experiencias que ocurren a lo largo de los diferentes estadios de desarrollo del ser humano.

Los esquemas pueden, sin embargo, volverse no adaptativos, confirmando y haciendo permanente creencias erróneas, relacionándose entonces con dificultades de regulación emocional y distrés psicológico.

Además, cabe tener en cuenta que es imposible pensar fuera de los esquemas cognitivos; desde el momento en el que somos capaces de pensar a través de conceptos más o menos abstractos y complejos, establecemos varios esquemas cognitivos que dan forma a nuestra “realidad”. Eso no significa que nos mintamos a nosotros mismos ni que nuestra perspectiva acerca de las cosas esté sesgada de una manera problemática; simplemente, es una consecuencia de que no podemos saberlo todo en todo momento. Los esquemas cognitivos nos permiten ser funcionales a pesar de que la información con la que contemos es limitada.

Ahora bien, es cierto que hay esquemas cognitivos más problemáticos que otros. Por suerte, es posible identificar estos problemas y modificar nuestros esquemas cognitivos, y de hecho, este suele ser uno de los objetivos de la psicoterapia. Veamos cómo se hace.

Parte de nuestra identidad se basa en el modo en el que organizamos mentalmente todos esos conceptos, creencias y aprendizajes que utilizamos para vivir el día a día. De hecho, si la mente humana es tan compleja y fascinante es entre otras cosas porque puede encontrar una cantidad casi infinita de maneras de generar interpretaciones acerca de la realidad, teniendo cada una de ellas una relativa coherencia interna.

Sin embargo, es complicado que una misma persona mantenga a la vez muchos patrones de conducta bien diferenciados. A la práctica, de hecho, esto indicaría que no hay un estilo de comportamiento, sino que lo que define la acciones de ese individuo es pura y llanamente el caos, lo impredecible. La realidad, en cambio, nos dice que nuestra forma de ser sigue unas directrices relativamente estables. Quien evita hablar con desconocidos es muy probable que no pase de la noche a la mañana a buscar ser el centro de atención, por ejemplo.

Nuestra manera de interpretar el mundo, nuestra identidad y las relaciones sociales no es aleatoria y en cambio constante, sino que sigue unos ciertos patrones que le dan estabilidad en el tiempo y en los diferentes contextos por los que pasamos.

Ahora bien... ¿qué es lo que hay detrás de estos "raíles" que parecen guiar nuestro comportamiento? Parte de esa "estructura psicológica" que le da estabilidad a lo que hacemos se deriva justamente de lo que pensamos.

Normalmente no actuamos de un modo que vaya en contra de nuestras creencias, a no ser que nos obliguen a ello. Y son los esquemas cognitivos justamente los diseños de ese circuito por el que suele ir nuestro pensamiento y nuestras opiniones.

Eso sí, la idea de que nuestra manera de interpretar la realidad se fundamenta en lo que llamamos "esquemas cognitivos" no significa que estos sean un elemento encerrado en nuestra cabeza, aislado del exterior. En realidad, su configuración se ve condicionada por las influencias culturales a las que nos exponemos, así como por las experiencias específicas del día a día (aunque en la mayoría de los casos esta clase de "huellas" son casi imperceptibles). Procesos cognitivos y eventos externos se afectan mutuamente, en una relación bidireccional.

Pasar de un concepto a otro: un sistema de pensamiento

Dicho de un modo resumido, los esquemas cognitivos son sistemas de relaciones entre conceptos que hacen que haya una mayor probabilidad de pasar de ciertas ideas a otras. Por ejemplo, si para nosotros el concepto de consumir carne animal está relacionado con el concepto de "lo malo", es difícil que al ver un espectáculo taurino pensemos en el concepto de "arte".

Otro ejemplo sería el de alguien que crea fervientemente en el dios cristiano. Para esta persona es fácil que detrás del diseño de los elementos que encuentra en la naturaleza vea la mano de un ingeniero. Por consiguiente, el concepto "naturaleza" estará relacionado con un concepto que define solo una parte de lo que existe, y no todo, por lo que creerá que hay algo más allá de la materia: la divinidad.

Para un ateo, en cambio, es mucho más probable que el concepto de "naturaleza" guarde una relación de equivalencia con el concepto de "lo que existe", ya que para él no hay nada más que materia en movimiento.

Para terminar, alguien que tenga una autoestima muy baja, probablemente, tendrá problemas a la hora de combinar su autoconcepto con la idea de "éxito". Es por eso por lo que aprenderá un estilo de atribución por el cual interpretará que sus logros son en realidad un simple fruto de la suerte, algo que le habría podido pasar a cualquiera. Por otro lado, también será más posible que interprete las desgracias que le ocurren como si fuesen su culpa, llegando a casos en los que se responsabiliza por las agresiones y los ataques por parte de otros; esto es algo que se ve mucho en víctimas de malos tratos.

Así pues, los esquemas cognitivos hacen que pasemos del concepto A al B con más facilidad que del A al G, y de este modo se generan "redes" de conceptos fuertemente interconectados y que mantienen una cierta coherencia.

La disonancia cognitiva

El hecho de que vivamos interpretando las cosas a través de los esquemas cognitivos tiene aspectos positivos, pero también los hay negativos. Por ejemplo, estos esquemas psicológicos dotan nuestros procesos mentales de una cierta rigidez. Esto, en el mejor de los casos puede conllevar una cierta dificultad para comprender la perspectiva de otras personas, o, posiblemente, para llevar a cabo tareas creativas (investigar sobre la creatividad es complicado); y en el peor de los casos, conduce hacia el dogmatismo.

Sin embargo, hay otro fenómeno que también es consecuencia de la solidez de los esquemas cognitivos: la disonancia cognitiva, un fenómeno por el cual sentimos malestar al sostener dos ideas que son contradictorias entre sí.

Estos son pros y contras que hay que saber gestionar, puesto que no es posible prescindir e los esquemas cognitivos. Lo que sí podemos hacer es intentar que sean más útiles que problemáticos. De hecho, la terapia cognitiva, basada en las ideas de Aron Beck, se basa en ese principio: modificar creencias para hacer que nos sirvan a nosotros, y no nosotros a ellas.

Los cinco dominios o categorías según Young

Jeffrey Young (1999) ha desarrollado un modelo denominado Terapia Centrada en los Esquemas, en el cual, a partir de su experiencia clínica, ha descrito con detalle una serie de esquemas cognitivos que pueden estar en el origen de numerosos trastornos psicológicos, incluyendo las adicciones. Además, según Young (1994) las experiencias tempranas con los padres, hermanos y otras personas tienen una influencia clave en el origen de los esquemas.

Siguiendo a Young (1994, 1999), los esquemas cognitivos estarían organizados en cinco grandes dominios o categorías, a saber:

1er. dominio: Desconexión y Rechazo

Este incluye esquemas que implican la expectativa de que las necesidades propias de seguridad, aceptación y respeto no van a ser cubiertas por los demás.

Algunos de los esquemas incluidos en este dominio son los denominados: (!) Abandono / Inestabilidad, (2) Privación Emocional, (3) Abuso, (4) Aislamiento social e (5) Imperfección /Culpa. Veamos cada uno por separado a continuación.

Abandono / Inestabilidad:
se basa en la creencia de que los otros/as significativos no le ofrecerán el apoyo emocional o protección que la persona necesita porque le abandonarán en pro de alguien mejor (por ejemplo, “Me preocupa que las personas a las que me siento unido/a me dejen o abandonen).

El Abandono se caracteriza por un estilo parental en el que se ve afectada la seguridad básica, sobre todo, por parte de las personas íntimas que se supone nos quieren, cuidan y protegen (por ejemplo el ítem “Me retiró de su lado o me dejó solo/a por largos periodos de tiempo”).

Privación Emocional:
incluye la creencia que las necesidades emocionales de la persona no serán adecuadamente satisfechas por las otras personas (por ejemplo, “Durante gran parte de mi vida, no me he sentido alguien especial para nadie).

Abuso:
describe la expectativa de que las otras personas le herirán, abusarán, humillarán, mentirán o tomarán ventaja, y, en ocasiones, incluirá la creencia de que el daño es intencional o el resultado de una negligencia (por ejemplo, “Presiento que la gente se aprovechará de mí”).

Aislamiento Social:
se refiere al sentimiento de que uno/a se siente aislado/a del resto del mundo, diferente de otra gente y/o no formando parte de ningún grupo (por ejemplo, “Mecribe el sentimiento de que uno/a es internamente defectuoso/a, no querido/a o no válido/a en aspectos importantes de la vida (por ejemplo, “Nadie que yo desee, querría estar cerca de mí si me conociese realmente”). siento alejado/a del resto de las personas”).

Imperfección o Culpa:
describe el sentimiento de que uno/a es internamente defectuoso/a, no querido/a o no válido/a en aspectos importantes de la vida (por ejemplo, “Nadie que yo desee, querría estar cerca de mí si me conociese realmente”).

El estilo parental de Imperfección se caracteriza porque la persona no ha sentido que la familia le respetara y, además, criticaron sus defectos. También incluye experiencias en las que los padres hicieron sentirse culpable a la persona por acontecimientos que sucedieron en la familia. Un ejemplo de ítem sería: “Mi padre me criticó mucho”.

Los esquemas anteriores surgen habitualmente como resultado de experiencias tempranas de separación y rechazo o de ambientes familiares fríos, impredecibles o abusadores (Mc Ginn y Young, 1996).

2do. dominio: Autonomía Deteriorada

El segundo dominio, consiste en una visión negativa de uno/a la mismo/a y del ambiente en cuanto a la capacidad para tener éxito o para funcionar independientemente de los demás.

Incluye esquemas como el de (1) Dependencia o Incompetencia, (2) Vulnerabilidad al Daño o a la Enfermedad, (3) Apego y (4) Fracaso.

Estos esquemas tendrían su origen habitualmente en familias que cuestionan las capacidades del niño/a para actuar de forma autónoma o que le sobreprotegen. Veamos cada uno por separado.

Dependencia o Incompetencia:
consiste en la creencia de que uno/a no se siente capaz de afrontar las responsabilidades cotidianas de una manera competente sin la ayuda de otras personas o que se sentirían incompetentes al intentar reafirmar su independencia.

Como consecuencia, en la época adulta, buscarían figuras fuertes de las que depender para que gobiernen su vida. (por ejemplo, “No me siento capaz de arreglármelas por mi mismo/a en las cosas de cada día”).

El esquema de Dependencia suele estar asociado a unos padres sobreprotectores que toman decisiones por el hijo/a y resuelven todos sus problemas.

Vulnerabilidad al daño/ Enfermedad:
implica un miedo exagerado a que en cualquier momento tenga lugar una catástrofe, ataque, enfermedad y/o desastre y que no se pueda hacer nada para prevenir esta situación (por ejemplo, “Me preocupa que me puedan atacar”).

Apego:
no desarrollado consiste en un excesivo vínculo y cercanía emocional con las personas significativas (por ejemplo, “A menudo siento que no tengo una identidad independiente de la de mis padres o de mi pareja”).

Fracaso:
describe la creencia de que uno ha fallado, que fallará inevitablemente, o que es una persona fundamentalmente inadecuada en comparación con los otros en áreas de logro (por ejemplo, “No tengo tantas aptitudes para el trabajo como la mayoría de la gente”). En el caso del esquema de Fracaso, Young y Klosko (1994) han identificado circunstancias tales como unos padres muy críticos con respecto a la ejecución del niño/a en el colegio o en los deportes.

3er. dominio: Limites Deteriorados

El tercer dominio se caracteriza por dificultades a la hora de establecer límites internos y de responsabilizarse respecto a los demás (Young, 1999). Incluye dos esquemas: (1) Grandiosidad y (2) Autocontrol Insuficiente. El origen de estos esquemas estaría en familias con un estilo de crianza permisivo, indulgente y sin dirección (Young y Klosko, 1994).

Grandiosidad:
está referido a la creencia de que la persona es superior a otras, por ello, merecedora de derechos y privilegios especiales (por ejemplo, “Odio que me limiten o que no me dejen hacer lo que quiera”).

Autocontrol insuficiente:
implica un déficit en el autocontrol y en la tolerancia a la frustración para lograr los objetivos personales o para controlar la excesiva expresión de los impulsos propios (por ejemplo, “Me cuesta obligarme a terminar tareas rutinarias o aburridas”).

4to. dominio: Orientación a los Demás

El cuarto dominio implica un énfasis excesivo en los deseos y sentimientos de los demás. Incluye dos esquemas: (1) Auto-sacrificio y (1) Subyugación. Según McGinn y Young (1996), muchas veces el origen de estos esquemas hay que encontrarlo en familias que se basan en la aceptación condicionada. En ellas, el niño o la niña debe suprimir aspectos importantes de si mismo/a a fin de obtener atención, cariño y aprobación por parte de sus padres; de lo contrario puede ser castigado.

Autosacrificio:
consiste en la satisfacción exagerada y voluntaria de las necesidades de los demás en situaciones cotidianas, a expensas de la gratificación de las necesidades propias (por ejemplo, “Las demás personas me ven como alguien que hace demasiadas cosas para los demás y no las suficientes para mí mismo/a”).

Subyugación:
implica renunciar a los propios derechos debido a que la persona se siente coaccionado por los otros (por ejemplo, “Tengo muchas dificultades para exigir que se respeten mis derechos y que se tengan en cuenta mis sentimientos”).

El estilo parental de Subyugación implica que la persona en su infancia tenía que renunciar a los propios derechos debido a que se sentía coaccionada por sus padre o madre (por ejemplo, el ítem “Hizo lo que él/ella quería, sin tener en cuenta mis necesidades”).

5to. dominio: Vigilancia Excesiva e Inhibición

Este último dominio incluye los esquemas de (1) Inhibición Emocional y (1) Estándares Inalcanzables. Estos esquemas tienen su origen en familias severas, con un estilo de crianza punitivo. Los valores fundamentales de estas familias suelen ser la ejecución correcta, el logro, el perfeccionismo, la evitación de errores y el cumplimiento de las normas(Young y Klosko, 1994).

Inhibición emocional:
está caracterizado por una excesiva inhibición de los sentimientos, expresiones o conductas espontáneas (por ejemplo, “Me es difícil ser cálido/a y espontáneo/a”).

El estilo parenteral de Inhibición Emocional se relaciona con familias que no expresaban sus sentimientos. Por ejemplo, el ítem “Mi padre se sentía a disgusto a la hora de expresar cariño o vulnerabilidad”.

Estándares inalcanzables:
implica la creencia subyacente de que la persona debe lograr éxito y altos logros en todas las actuaciones, normalmente para evitar críticas o rechazos (por ejemplo, “Intento hacer las cosas lo mejor que puedo; no puedo aceptar un bastante bien”).

El estilo parenteral de Altos Estándares se refiere a familias con un estilo de crianza punitivo y con expectativas de que sus hijos/as sean los mejores, enseñándoseles que cualquier otra opción sería un fracaso. Un ejemplo de ítem sería “Esperaba de mí que hiciera todo lo mejor todo el tiempo”.

Clasificaciones de Baumrind

Los esquemas cognitivos han recibido una gran atención por parte de teóricos y clínicos y se han estudiado con relación a trastornos diversos tales como la depresión, ansiedad y trastornos de alimentación.

Según el modelo teórico de Young (1999) el origen de los esquemas cognitivos está en la infancia, siendo clave las experiencias tempranas con los padres y madres. Los distintos tipos de crianza, comportamientos o actitudes que toman los padres y madres hacia sus hijos e hijas traerían consecuencias que pueden ser negativas o positivas, dejando secuelas durante toda la vida.

Una de las clasificaciones más relevantes que recogen los estilos educativos sobre las interacciones entre padres y madres e hijos/as es la de Baumrind (1971). Según esta clasificación, los padres y madres adoptarían unas formas o estilos básicos de actuación que vendrían definidos por el cariño o afecto hacia sus hijos e hijas (por ejemplo, atención e interés que les muestran y la preocupación por su bienestar físico y personal), el modelo de control que realizan sobre la conducta del niño o niña (normas que imponen, si explican las razones de estas normas, y el tipo de autoridad que ejercen) y las expectativas que tienen sobre sus hijos/as y las estrategias que utilizan para que se cumplan.

Como consecuencia, aparecen los estilos educativos demócratico, autoritario y permisivo, a los que posteriormente se han ido añadiendo otros estilos como el estilo negligente o indiferente (Maccoby y Martin, 1983). Más tarde, Young (2003) ha identificado una serie de estilos educativos que se asociarían a los esquemas cognitivos inadaptados de su modelo.

Sin embargo, la relación entre los esquemas postulados por Young y los estilos parentales ejercidos por los padres y madres, en nuestro conocimiento, sólo ha sido evaluada en unos pocos estudios (Harris y Curtin, 2002; Shah y Waller, 2000; Sheffield, Waller, Emanuelli, Murria y Meyer, 2006).

¿Cómo se cambian los esquemas cognitivos en psicoterapia?

Estas son las maneras en las que se trabaja con pacientes en los que es necesario hacer modificaciones en ciertos esquemas cognitivos.

1. Reestructuración cognitiva para modificar los esquemas cognitivos

La reestructuración cognitiva se basa en el diálogo y la reflexión, y consiste en plantear una serie de preguntas clave que llevan a la persona a cuestionar determinadas creencias a las que se ha estado aferrando y que resultan ser problemáticas y poco ajustadas a la realidad. Es decir, que no se confronta a la persona acerca de esas creencias, sino que se le deja que se pregunte hasta qué punto esas ideas son realistas y adecuadas.

2. Ejercicios de autoconocimiento

Los ejercicios de autoconocimiento ayudan a que la persona detecte los conceptos más importantes en su manera de pensar, y comprenda hasta qué punto le afectan. Esto ayuda a realizar progresos en las tareas de sustitución de esquemas cognitivos cuando detecta algunos elementos disfuncionales en su manera de razonar o de interpretar la realidad. Por ejemplo, llevar al día un diario (siguiendo las indicaciones del psicólogo) es uno de estos ejercicios útiles.

3. Ejercicios de empatía

Ponerse en el lugar de otra persona ayuda a ver hasta qué punto un mismo hecho puede ser interpretado de muchas maneras. Por ello, ciertos ejercicios usados en terapia consisten en que el paciente adopte un rol imitando a alguien que piensa de un modo muy distinto a sí mismo.

4. Apoyo en la búsqueda de nuevos conceptos y maneras de significar la realidad

No es suficiente detectar problemas en los esquemas cognitivos ya existentes; hay que darles una alternativa. Por eso, en terapia se acompaña a los pacientes a la hora de plantearse las preguntas adecuadas y barajar otras interpretaciones adecuadas, teniendo en cuenta sus valores, su manera de ser y sus conocimientos.